Resumen
Saber escuchar te ayudará a crear relaciones fuertes y seguras. Es la base sobre la que cimentar aprendizajes y desarrollar tu empatía.
Cuando nos preguntan por nuestras virtudes, con demasiada poca frecuencia aparece en la lista saber escuchar. En nuestra voluntad de mejorar las habilidades sociales y comunicativas, centramos la atención en aspectos como la asertividad o la empatía. Todas son importantes y mejoran nuestra vida y relaciones. Sin embargo, tendemos más a querer hablar que a estar dispuestos a escuchar.
Escuchar es un arte, una herramienta, una habilidad y es la clave para mejorar. Cuando escuchamos no estamos haciendo un ejercicio pasivo, todo lo contrario, requiere de nuestra concentración y atención. Cuando escuchamos ponemos nuestros recursos al servicio de la comprensión.
Saber escuchar consiste en estar dispuesto a recibir información, procesarla, tratar de comprenderla y ser capaces de transmitir que seguimos atentos.
No existe nada tan poderoso entre seres humanos para sentirnos seguros y cómodos que haber sido escuchados. Porque cuando alguien nos presta atención, cuando de verdad sientes que alguien está ahí para ti, para escuchar lo que tengas que decir, es cuando te sientes especial, te hace sentir que vales y eres importante.
Si dejas por un momento a un lado tus ganas o necesidad de compartir algo y le cedes ese espacio al otro, comprobarás que se suelta, que hasta su cuerpo se relaja y te aporta más detalles, que quiere hacerte partícipe de su mundo interior. Cuando la otra persona nos ofrece su testimonio podemos ser conocedores de lo que le ha pasado, lo que ha pensado y sentido.
En ocasiones damos más importancia a lo que se nos dice frente a lo que realmente nos transmite esa persona haciéndonos conocedores de ello. Si alguien nos cuenta algo nos elige. Elegirnos asegura la confianza. Si una persona decide contarnos algo nos está diferenciando del resto.
Cuando escuchamos fortalecemos un vínculo que es el que mejora la relación. Nos da luz sobre el otro, nos sitúa en un lugar de importancia. Si estamos dispuestos a escuchar, estamos predispuestos a comprender. La comprensión se genera con la pausa, con el hacer preguntas, con garantizar que lo que estamos recibiendo es lo que la otra persona realmente nos está explicando.
Si queremos mejorar nuestra capacidad de escucha tendremos que sacrificar varias cosas: la necesidad de contar lo nuestro, la prisa por seguir con lo que estábamos haciendo, el nerviosismo porque nosotros estaríamos expresándolo de otra forma, conjeturar en lugar de garantizar que estamos siguiendo correctamente el hilo argumental, etc.
Para sentirnos escuchados necesitamos estar presentes (claro que se puede dar de forma telefónica o virtual, pero lo importante es notar que la persona está dedicándonos su tiempo). El elemento más poderoso es la combinación del silencio y la mirada. Prueba a seguir estos sencillos pasos:
- Mira a los ojos (si te es posible).
- Mantente en silencio.
- Observa lo que dice y cómo lo dice.
- Utiliza el asentir con la cabeza y/o otros sonidos sencillos (como «uhum») para que continúe hablando y sepa que le atiendes.
- Haz un resumen de lo que has escuchado y destaca algo que haya llamado tu atención.
- Conecta con sus emociones transmitiéndole cómo te parece que se ha sentido con lo que le ha ocurrido.
Escuchar es recibir. Habrá tiempo para alternar anécdotas y vivencias, para contar lo que tú también querías decirle. Pero si queremos saber en qué consiste realmente escuchar, hagamos la prueba de quedarnos unos minutos en silencio, recibiendo activamente lo que el otro tenga que decirnos, como si de un regalo se tratase. Después comprueba qué efecto ha tenido para ambos. Habrás reforzado no sólo tu capacidad de comunicación, sino también el tipo de relación y vínculo que tenías con esa persona.
Laura Villanueva
Laura Villanueva